Pero ella no podía ser. Ella era un alma libre, una mujer sin ataduras, sin compromisos, una mujer devoradora de experiencias, de vidas, de corazones. Y yo, sabiendo su "curriculum", caí en sus enredadas telarañas tejidas a la perfección como un insignificante insecto, que una vez pegado en ella ya sabe que será su fin.
Esa noche no pudo dormir. En su cama revivió muchas de las noches que compartió con ella. Y en ese trance en el que los sueños se apoderan del alma de cada uno, volvió a hacer el amor. Y ella le volvió a jurar amor eterno...
El sábado estaba transcurriendo con normalidad. Aunque no había dormido mucho, se levantó temprano para hacer un poco de deporte. Paso también por el huerto para recolectar algunas hortalizas, unos tomates, pepinos, algún cebollino y unas lechugas rizadas, y antes de subir a la habitación, dejo las verduras sobre la encimera de la cocina. Entro en su cuarto o en su celda donde se recluye, se duchó, y una vez seco se tumbo en la cama aún deshecha donde volvió a leer la carta que ayer, en la radio, le había vuelto a castigar su corazón.
Curtir un corazón dicen que es cosa de tiempo, pero el suyo estaba aún sujeto entre alfileres, con cinta adhesiva, como las grapas que unen las partes rotas de un folio de manera liviana, y si no lo sujetas con suavidad se vuelven a desunir. Había trabajado para que las heridas cicatrizasen. Pero el corazón no entiende de tiempo, ni de razón, ni de terapias. El corazón palpita como quiere y con quien quiere. Y tuvo que ser una carta, esa carta precisamente la que le hiciera revivir situaciones que deberían de estar enterradas, o en su defecto, superadas.
Se vistió. Un pantalón vaquero, una camisa floreada, unos náuticos azules, algo de perfume, era lo que había elegido para afrontar su nuevo plan. Bajó hacia el garaje para coger su motocicleta con la intención de dirigirse a la oficina de correos.
En su mente estaba el indagar la procedencia de la carta aún sabiendo que no tenía remite, y con un sello de esos de empresa que tienen el franqueo pagado, pensó que podrían decirle qué empresa era la titular de dicho franqueo y sus posibles delegaciones o sucursales. Además, sabía perfectamente que las cartas dejan un residuo informático en la oficina central provincial de la procedencia. Era hora de sacar sus encantos masculinos para que su amiga Natalia le facilitara esa información, aun sabiendo la debilidad de esta hacia el. Además, el sueño húmedo de la noche anterior le habían despertado un apetito sexual que llevaba dormido demasiado tiempo...
Continuará.