El otoño dio un respiro a la mar, dejando que el sol acariciara con unos rayos cálidos la superficie y, que con el minúsculo movimiento de sus olas, se reflejarán en sus aguas hasta casi perderse en el horizonte.
De vez en cuando, alguna nube quebraba el acuerdo de ambos, pero Eolo se encargaba de que todo volviera a su ser, según lo pactado.
Y en ese instante te vi... Y entre mi barca varada entre la tierra negra y húmeda y una mar en calma, tú, sirena de mis sueños, sacaste tu cuerpo de la mar. Tu cara estaba dorada por ese sol que buscas y anhelas y tu pelo se onduló al instante con el contacto del sol, cayendo hasta tu pecho descubierto. Entonces, giraste tu medio cuerpo de mujer hasta que nuestros ojos se cruzaron en una línea recta que moría en nosotros. Fueron dos segundos. Te zambulliste en las aguas azules del Mediterráneo, y yo, capitán de esa barca sin nombre, navego sin rumbo hasta otro paraje, donde la mar y el sol concedan otra tregua para que mis ojos y los tuyos se vuelvan a cruzar.
Y en cada ola te busco y en cada mar te veo... Sirena de mis sueños.