La sangre cubría casi la totalidad del suelo laminado de la habitación. El cuerpo de Pepe yacía sobre el pavimento, inmóvil, y por los orificios de las balas aún le salía vaho. Paula, quieta, inmóvil, petrificada como una estatua de sal, miraba el cuerpo de su marido muerto, con la mirada pérdida, e intentando explicarse como se había desencadenado todo. Tenía su cuerpo desnudo, lleno de sangre, por haberse quitado de encima el cuerpo de Pepe cuando calló sobre ella por los disparos recibidos. Parecía la musa de un pintor gore. El silencio se cortaba por la respiración agitada de Joan. Aún con su Walther P99 en su mano, asentado en el borde de la cama, desnudo, con los antebrazos apoyados en sus muslos pregunto:
- Y ahora ¿Qué?...
Pepe estaba teniendo una jornada tediosa. Miembro de la guardia urbana de Barcelona desde hacía catorce años, seguía siendo un guardia de barrio, al que le gustaba patrullar a pie por las calles de su querida Barcelona. Una persecución a un vehículo robado que acabo con un accidente en pleno puerto olímpico, dos intervenciones por violencia de género, varias peleas entre drogodependientes cerca de las inmediaciones del camp nou, y unos avisos de robo en varios establecimientos regentado por chinos, le habían generado demasiado estrés. Necesitaba desconectar, y un fuerte dolor de cabeza acentuaba las ganas que tenía ganas de llegar a casa, pero faltaban dos horas para acabar su turno. Su mujer, Paula, también compañera y a la que había conocido dentro del cuerpo, había librado y estaría haciendo una suculenta cena como habían quedado, así que habló con el sargento de guardia para que le dejará salir antes.
Una vez concedido el permiso, salió pitando de la comisaría. Solo tenía que caminar unos minutos para llegar a casa, así que compró unas rosas y una botella de vino. Camino por el paseo de Gracia hasta girar hacia la derecha por la calle Aragón, hasta llegar al apartamento que tenían en la calle Pau Claris. Abrió la puerta sigilosamente para intentar dar una sorpresa a Paula. La puerta de entrada daba justo a la cocina. Allí no estaba. Giro sobre su derecha para entrar a hurtadillas al salón. Tampoco había nadie. Pensó que estaría comprando algo para cenar y que regresaría pronto. Se dirigió a su habitación para darse una ducha, pero ya en el pasillo escuchó algo parecido a un gemido. Al principio pensó que se estaría dando alguna crema de esas que utilizan las mujeres, pero según se acercaba a la puerta de la habitación, comprobó que había también una voz masculina, y, lo peor, que le era conocida. Abrió la puerta muy muy despacio, dejando una pequeña ranura para poder otear. Tumbado en la cama boca arriba había un hombre con barba, y encima de este su mujer, la cual se movía pasionalmente, con sus manos apoyadas en el torso del hombre, mientras que esté le tocaba sus pechos. Siguieron con el ritual de sexo y pasión, gozando de cada embestida, acariciandose los cuerpos, besandose. El se incorporó y puso a su mujer en la posición del perro, para entrar en ella por detrás, casi con violencia, mientras le agarraba con fuerza sus caderas. Los gemidos de los dos eran casi gritos.
Pepe estaba petrificado. Por su cabeza le estaban pasando infinidad de ideas, desde sacar su arma y matarlos a salir corriendo. Pero no podía ni hablar hasta que escucho de los labios de Paula la palabra "te quiero". Reaccionó, y como un volcán en erupción sin dejar de soltar lava, empezó a gritar mientras abría con violencia la puerta.
- Eres una hija de puta. Ni siquiera has respetado nuestra cama. Y Escuchar de tu boca que le quieres. ¿Cuanto lleváis juntos? Y tú, vístete y vete de mi casa. Pero... ¿Joan?
Joan era también un miembro de la guardia urbana, que entró al cuerpo junto a él. Era su amigo, su compañero. Y ahora era la persona que estaba en la cama y en la cabeza de su mujer. Y en la suya.
Pepe se abalanzó hacia el con la intención de pegarle, de romperle cada hueso del cuerpo. Su odio y su ira se habían focalizado de golpe en el. Joan, viendo lo que se le venía encima, buscó de encima de la mesilla su arma que había dejado al desnudarse, y antes de que Pepe cayera sobre el, vació su cargador sobre su pecho.
Continuara...
¿por qué son tan cortos? o ¿por qué se me hacen tan cortos? Estás tardando en escribir una novela, aquí tendrás a una lectora incondicional. Me encanta todo lo que escribes. No lo dejes
ResponderEliminarPues buena pregunta querIda amiga. Quizá me de miedo hacer cosas largas en el blog. Ojalá pueda publicar alguna vez. Sería un viejo sueño. Gracias por tu tiempo y tus comentarios.
EliminarHistorias como la vida misma..., jejeje, engancha el relato, habrá que ver como continúa, eso sí, si puede ser en breve mejor.
ResponderEliminarTodo a su tiempo estimada amiga. Besos y gracias por tu tiempo.
EliminarIntrigada me dejas, con ganas de saber más!!
ResponderEliminarPues intentare tenerlo cuanto antes.. pero también me gustaría sorprenderte con otras cosas... Gracias mujer 11 por tu tiempo. Un besote.
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