viernes, 23 de septiembre de 2011

Pero cuanto daría por volver

En algún momento de nuestras vidas, nos paramos a pensar en nuestro periplo por esta, y nos vienen los buenos y los malos recuerdos.  A mi siempre me viene mi niñez, mi adolescencia, mi juventud. Creo que soy un hombre afortunado, por que en todas esas etapas, he exprimido la vida para sacar su esencia, y disfrutar de cada momento como lo que era.

Una vez pasados los 40, la vida se enfoca de otra manera. Pero siempre el pasado "atormenta" con sus recuerdos. Y muchos de estos, se pueden hacer otra vez realidad.  Soy un hombre con alma de niño, y me gusta serlo. Quizás el síndrome de Peter Pan tenga algo de culpa, pero que carajo... Quien pierde el niño que lleva dentro, pierde la esencia de la vida.

Y hace poco tiempo, volví a sentirme niño...

Cogí mi coche una mañana, y me dirigí a San Sebastian de Los Reyes. En este pueblo he pasado parte de mi vida. Aparqué mi coche, ande por sus viejas pero renovadas calles de su casco antiguo, y esperé en la puerta de un restaurante.... De repente, desaparecieron sus pisos de 3 plantas y estaban las calles con sus casas bajas y ventanas enrejadas, sus postes de madera con cables telefónicos, sus estrechas aceras y animales sueltos. Un balón cruzó la calle, y ahí me veía yo corriendo tras el; niñas haciendo cuadros en el asfalto para jugar haciendo saltos, otras con combas, niños con chapas, tabas, limas, maderas, bicis.. Canciones que ya no oigo, risas blancas y sinceras, algún puchero.. y también, alguna maldaz de alguno, que también formó parte de ese tiempo.  Madres saliendo a las puertas de las casas buscando a sus hijos con el bocadillo en mano para merendar, alguna abuela de paseo junto con ese abuelo alto y espigado, bastón en mano, gorra ladeada y caída, y sus frentes llenas de vida (las arrugas son las marcas de la vida). Olores de guisos, olores de postre, olores a limpio.  Otros tiempos que ya no volverán...

O si....  De repente y así, por arte de magia, van llegando a la cita hombres y mujeres. Y según se acercaban, y por efecto de la máquina del tiempo, sus cuerpos de hombres y mujeres, se iban transformando en niños.  Ahí estábamos los antiguos compañeros de colegio para revivir ese periodo de tiempo que ha sido importante en todos nosotros. Muchos de ellos, desde 1º de EGB hasta 8º. Otros, los últimos 3 años. Aun así, con todos hay anécdotas.

Comenzaron a llegar las risas, los chismes, las anécdotas, las confidencias, las confesiones, las sorpresas. En las caras había otra vez niños riendo, niños alegres, niños contentos.  En nuestras caras el tiempo dejo de pasar, y se paró en 1983 y 1984. Nos acordamos de los que no están, de los que no hemos localizado, de los profesores, de los guapos, de las guapas, de los feos, de las feas, de los tristes, de los alegres, de los traviesos, de los empollones..

Fueron mas de 6 horas intensas, en las que el tiempo se negaba a pasar. El tiempo, esa enfermedad incurable, que marca nuestras vidas desde el primer segundo de nacer, se quedo lastrado hasta la hora de la despedida. En ese momento, desaparecieron los niños, y los hombres se hicieron dueño de sus cuerpos, de sus formas de hablar, de sus gestos, de sus personalidades...

Ahora, vamos a intentar parar el tiempo de vez en cuando, seguir viviendo esa niñez, ese principio de adolescencia, para que el espíritu de buenas almas no se vaya con el ritmo de vida que llevamos. Si conseguimos seguir siendo niños durante un par de veces al año, estoy seguro que nuestros corazones saldrán fortalecidos, que seremos capaz de reír con más asiduidad , que enfocaremos la vida como nos viene, con un paso al frente, y que nos tendremos nuevamente para ayudarnos cuando lo necesitemos.

No tengo miedo a envejecer, tengo miedo a perder el niño que llevo dentro.  ¿y vosotros?

A mis compañeros de colegio... Gracias por hacerme feliz en mi niñez y gracias por haber conseguido que regrese a ese tiempo junto a vosotros. Gracias D. Fernando.