martes, 7 de octubre de 2014

Hasta el infinito y más allá

Mañana, o mejor dicho, dentro de unos minutos cuando sea 7 de Octubre, hará un año. Si, leéis bien, un año.

Un año que viste la luz de este mundo, a veces cruel, pero es el mundo que te ha tocado vivir.  Mi condición de poco creyente (salvo mi Santiago Apóstol al que si profeso algo de fe) quedó en entredicho cuando te vi por primera vez. Desde ese momento, siempre he dicho que el cielo envió un ángel entre nosotros.

Nunca has dejado de sonreír,  y trasmites felicidad allá por donde pasas. Tu mirada pura es fresca para todos, y creas un clima especial que no pasa desapercibido para nadie. Juguetón, cariñoso, listo, risueño, nunca pensé que en mi condición tardía de padre, podría ser tan feliz teniéndote entre mis brazos. Y no sólo esto, sino que me pongo a pensar y no concibo ya mi vida sin ti. 

En todo este tiempo te he visto crecer rápidamente. Tengo grabado con letras de fuego la primera vez que te dormí cantando, las siestas juntos en la cama, tanto en casa como en Mojacar,  o esta última semana que, muy malito tú, solo querías dormir en mis brazos.  Ahora eres un torbellino de energía gateando, levantándote en la cuna, corriendo con el “tacataca” o en el “correpasillos”. Te encanta que te haga cosquillas en la nuca, y nos pasamos el chupete de boca en boca. Contigo estoy siendo el niño que todos hemos sido, pero sin recordarlo.

Todas las mañanas me levanto y voy a verte a la cuna, te levanto, desayunamos juntos, te visto y te llevo a la guardería. Muchos días te quedas llorando y mi corazón parece resquebrajarse, pero en el fondo sé que es bueno para ti, vas a aprender muchas cosas, otro idioma, y empezarás desde aquí a labrarte un futuro (espero que esperanzador).
En todo este tiempo en el que estoy aprendiendo mucho de ti, solo me queda darte las gracias por todo lo que aportas.  Gracias por hacerme feliz, gracias por sacar todo lo bueno que tengo para dártelo a ti, gracias por tus sonrisas y abrazos incondicionales, por tus travesuras que ahora son las mías, por tu genio. Gracias por haber dado luz a mi vida, cuando la creía apagada, y gracias, sobre todo, por dejar que sea tu padre.

Te quiero hijo mío, hasta el infinito y más alla….