Relatos, escritos, vivencias

jueves, 4 de mayo de 2017

El duelo

La sala número 5 del tanatorio de la Paz estaba casi vacía, o al menos en ese momento, no me fijé en el resto de gente que allí estaba. Un silencio sepulcral invadía la totalidad de los ochenta metros cuadrados que tenía aproximadamente la estancia.  Nada más cruzar la puerta, pude ver en el fondo un pequeño habitáculo donde estaba Eva, de pie, mirando fijamente a través del cristal que separaba del mundo de los vivos, al cuerpo de mi amigo Luis, su marido. Me fui acercando lentamente hacia ella, y aunque hacía tiempo que sabía lo que le tenía que decir llegado el momento, no tenía el valor suficiente de afrontarlo. Y es que a pesar de la situación, no pude evitar pensar que ella seguía siendo el amor de mi vida desde el mismo día que la conocí.

Su muerte no fue repentina, sino todo lo contrario; llevábamos esperando el desenlace desde hacía once meses cuando en su última intervención quirúrgica el médico le comunicó a Eva y familiares que la ciencia había llegado hasta su límite, y que salvo milagro, era cuestión de poco tiempo para que el "hijo de puta" de la guadaña llegara para llevárselo.   No sufriría dolor, pero se iría consumiendo poco a poco, hasta que su cuerpo se quedara sin fuerzas y se entregara a los brazos de la parca.  Había en mi rabia, desesperación, impotencia... Una persona joven, mi amigo. Mi gran amigo se apagaría para nunca mas volver.  Y opté por desearle una muerte rápida, que se durmiera una noche y no se despertara jamás. No quería que sufriera, y que tampoco Eva pasara por el calvario de ver como se iba apagando. Era cuestión de semanas, la dijeron.

Pero el muy cabrón se rió de nosotros. Quiso poner todas las trabas posibles a la muerte. Siempre nos decía que si se tenía que ir de este mundo, quien se lo llevará tendría que trabajar mucho para ello. Y vaya si lo consiguió. Al principio, los visitaba con asiduidad, pero cuando empezó a llegar el deterioro físico, empecé a buscar excusas para no ir a verle. A verlos. Me limitaba a llamarles por teléfono excusándome de no poder ir por motivos de trabajo, o me inventaba cualquier excusa burda. En los últimos días, me llamaba a Eva por las noches, a sabiendas que él estaría dormido o sedado, y siempre acababa llorando y maldiciendo a la vida por tratarla de esa manera.

Ya estaba muy cerca, a escasos metros detrás de ella. Estaba guapísima vestida de negro. Me jodía pensar así en esos momentos, pero incluso en el velatorio mi cabeza no la podía ver de otra forma. Su vestido, algo ceñido,  marcaba su figura delgada, su cara demacrada por el llanto, por los momentos que le estaba tocando vivir. Se la veía alguna arruga en la frente fruto de las noches sin dormir, ojeras pronunciadas y bolsas de líquido debajo de los ojos, hacían a pesar de todo, que la mirará como a una princesa de los cuentos de las mil y una noche. En su mano derecha tenía un pañuelo con el que supongo se secaba las lágrimas.

Se giró cuando notó mi presencia cerca, y al verme, rompió a llorar mientras sus brazos buscaban en mí la fuerza necesaria para no caerse al suelo. Mis brazos la rodearon mientras veía como se le desgarraba el alma, como sus lágrimas le dejaban surcos por sus mejillas, y la escuchaba como maldecía al destino por haberle jugado esta partida haciendole trampas. Casi ya sin fuerzas, se dejó desplomar entre mis brazos. 

En ese momento pude ver lo lleno que estaba el velatorio de familiares y amigos. Escuché de golpe las anécdotas que los presentes habían tenido con Luis. Escuchaba claramente sus voces a pesar del bullicio y el ruido que producían al hablar todos ellos entre sí.  Podía discernir perfectamente cada voz, cada tono, cada procedencia. Me asusté.

Y de repente le vi, de pie, justo en la esquina del pequeño habitáculo donde se podía contemplar su cuerpo, con el hombro izquierdo apoyado sobre el vidrio, una mano por detrás de su nuca, y la otra metida en el pantalón vaquero. Su porte, atletico, su cara con una barba incipiente como la que acostumbraba a tener, sin retocar, al natural.  Me miró con una sonrisa de saberse observado y me dijo: 

  • Cuídala viejo amigo.  Me dijo guiñándome un ojo. Siempre supe de tus sentimientos hacia ella, pero me has sido leal en todo este tiempo. Cuídala. Me repitió. No dejes que sufra más y dale pronto esa vida que se merece. Se que lo harás y mejor que yo, porque ella en el fondo, siempre te ha amado. Tardaréis muchos años ambos en cruzar el umbral del túnel. Hasta siempre.

Sin dejar de abrazarla, sabiendo que nadie más podía verle ni escucharle, vi como la imagen de mi amigo se diluía, mientras mis lágrimas almacenadas desde hacía once meses, afloraban sin ningún tipo de miedo ni reparo, cayendo sobre los hombros de Eva. En ese momento comprendí que era hora de comenzar otra etapa de mi vida.



12 comentarios:

  1. Madremia es increíble como​ las palabras te meten de lleno en la historia. Me encanta.

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  2. Muy bonito amigo como todo lo que escribes ya estoy esperando el siguiente
    Un abrazo

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    1. Desde que compartimos lecho "peregrineando", he comprobado que eres todo una fuente de inspiración. Se te quiere amigo. Y gracias por regalarme un poquito de tu tiempo leyendo mis tonterias.

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  3. Juan, describes con mucha sensibilidad tus historias, esta es muy triste, aunque con algo de luz al final, emociona, la próxima haz alguna cómica porfa.

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    1. Quizás en la tristeza este escondida una gran historia de amor. Pero prometo retomar algún capítulo del macho ibérico, que le hecho de menos... Un besote

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  4. Buenísimo como siempre hermano, es un verdadero placer leer y releer. Esperando con ganas el siguiente.

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  5. Qué bonita historia, llena de sentimiento y sensibilidad, eres un gran talento...cada relato tuyo engancha y no quieres que se acabe, te estaría leyendo horas sin parar!! Aunque triste, está llena de ternura y cariño! Gracias, encanto por regalarnos tu arte y mostrarnos tu corazón a través de las letras! Enhorabuena y mil besotes!!
    @Ysifueraposible (Yone)

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    1. Siempre estas a una altura inigualable. Un beso inmenso amiga

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  6. Corrige un poco la ortografía y prescinde de "inspiraciones externas próximas al plagio".

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    1. Gracias por tu comentario, pero el hecho de ser anónimo no se si te llegará mi respuesta. Respecto a las inspiraciones próximas al plagio, decir que este relato se escribió por mi parte en el año 2000 y ha estado guardado hasta que lo he creído oportuno. Tengo en ese sentido la conciencia muy tranquila. Agradezco que me digas lo de las fallas por que no suelo revisar mucho los textos, y es algo que debería poner más énfasis. Un cordial saludo,

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