Relatos, escritos, vivencias

jueves, 29 de diciembre de 2016

Bendita juventud... La mía.


Si de algo carece este servidor que les escribe, es de conocimientos lingüísticos.  Bueno, para aclarar este punto, digamos que políglota soy muy poco. Algo de catalán por cuestiones laborales, lo aprendido en el colegio de francés,  y alguna frase suelta de ver películas en inglés: "give me more, give me more" y "oh my good, oh my good" (uno que intentaba culturizarse con cierto género cinematográfico, creo que saben de lo que hablo). Ya hace mucho que dejé mi periodo colegial, allá por el año mil novecientos ochenta y cuatro para ser exactos. Así que, salvo un viaje a Túnez, donde pude alardear de mi sapiencia parlando en "gabacho", jamás necesité de otros idiomas para hacerme entender, dado que siempre he ido acompañado por alguien  con dominio de la parla inglesa. 

Y es que un servidor tuvo que dejar de estudiar a los dieciséis años, y comenzar a convertirme en un hombre de provecho y de bien. O sea, a trabajar. En mil novecientos ochenta y nueve, a la friolera edad de diecinueve años, me llamó la madre patria para cumplir con el servicio militar, regresando transcurrido el año obligatorio de prestación, al que consideré de vacaciones, y decidí compaginar el trabajo con la faceta estudiantil en un centro nocturno. Vayamos pues al grano...

Septiembre de mil novecientos noventa. Recuerdo perfectamente el primer día de clase en el instituto de Alcobendas (no diré el nombre dado que cuando lean este relato comprenderán el por qué). El tutor nos dio una charla, indicándonos que por el hecho de ser mayores, no nos iban a dar más facilidades, y que entendía que si estábamos allí, implicaba por nuestra parte interés, esfuerzo y sacrificio. Se presentaron uno por uno los profesores que iban a impartir el curso, y por último, pasó la profesora de idiomas. Su charla fue en la línea del tutor, pero cuando la acabó, cruzó por mi lado y se quedó mirándome unos segundos, haciéndome sentir un poco raro, y pensé: "no he hecho nada aún y ya me tiene manía". Según se iba alejando, pude ver su espalda cubierta por un jersey amarillo que finalizaba en la cintura, dejando un culo casi perfecto embutido en unos vaqueros, que a mi vista y a la de cualquier zagal de mi edad, no daba más que para fantasear con la "teacher".

La cosa no daba para más. El curso comenzó y en todas las materias siempre fui un alumno aplicado. Pero el inglés se me atragantaba. Además, dado el poco tiempo que tenía para estudiar, prefería emplearlo en el resto de asignaturas  en vez que en el idioma hereje (como lo denomino yo).  Y los resultados no se hicieron esperar. Iba aprobando todo, menos el inglés.  

En diciembre todo dio un giro de tuerca.  Antes de las vacaciones, la "teacher" me pidió que me quedara al finalizar la clase. No piensen mal vuestras mercedes porque aún no toca.  Me senté en el pupitre cerca de su mesa, y cuando cerró la puerta de la clase, se dirigió a su mesa con un paso lento, contorneando sus curvas a cada paso y sabiéndose observada (o quería imaginar eso). Se apoyó sobre la mesa quedando de pie, frente hacia donde yo estaba sentado.  Su charla fue de lo más inquisidora. Que si no me esforzaba nada, que tenía constancia que aprobaba todas las asignaturas menos la suya, que no presentaba los trabajos...  Después de 10 minutos de dura charla, me preguntó si tenía algún problema con ella y obviamente contesté que no. Entonces me pidió que le explicara el motivo de mi falta de interés por el idioma. Le conté mi situación sin mentir un ápice. Mayor de cinco hermanos, que dejé de estudiar para ayudar en casa y que, una vez asentado de nuevo al acabar la mili, entendí que sin formación no tendría futuro. Que me levantaba a las seis y media todos los días, y que salía de trabajar a las seis de la tarde, y volaba conduciendo desde Leganés hasta Alcobendas, para llegar a las siete a las clases. Que llegaba a mi casa a las once y media de la noche, y que no sabía de donde sacar más tiempo. 

Creo que nunca una verdad dio para tanto. Se mostró dubitativa durante unos minutos y de repente me soltó: 

Te propongo un reto. Yo me comprometo a ayudarte con los trabajos de inglés, con darte unas clases particulares para que cojas las nociones básicas y así puedas al menos aprobar esta asignatura, porque sin saber inglés no llegarás a ningún sitio". 

El problema añadido estaba que también trabajaba los fines de semana en un bar de copas, y mi tiempo quedaba muy reducido, teniendo unas horas por la mañana o al medio día, y en mi casa era imposible. Así que también después de ser todo lo honesto que uno pudo ser, me propuso ir los sábados a su casa desde las tres y media hasta las seis y media de la tarde. 

Las dos primeras clases transcurrieron con absoluta normalidad, tres horas dedicadas a que me familiarizara con verbos, conjugaciones, palabras, expresiones... Pero uno que la veía con camisetas un poco ajustadas y que cada vez que se acercaba a la mesa y se agachaba para ver lo que estaba haciendo, dejaba a mi vista un canalillo de muy señor mío, y me entraban los sudores de la muerte.  En la tercera visita, a la hora de estar conjugando el verbo "to be" se me acercó y al dejarme entrever sus encantos, le solté: "así no hay dios que se concentre.."   Ella, con una sonrisa como quien tiene la situación controlada, contestó: "creo que es hora que hablemos inglés en otros términos".  Y así comenzó una aventura increíble, el sueño de cualquier chaval de veinte años.  Me enseño inglés a su manera, y desde esa cita, sólo con presentarme a los exámenes estaba aprobado. Nunca me puso más nota que un 5.8,  y encima me enseñó muchas cosas más, que hoy aplico a mis conocimientos masculinos. 
  
Nuestras vidas se separaron en mil novecientos noventa y tres, cuando se fue a Valencia porque su novio aprobó unas oposiciones. Jamás tuve noticias, ni jamás hice por encontrarla. Hoy día, la recuerdo con mucho cariño, porque lo ocurrido era el sueño de todo jovenzuelo... O el mío. 

"Si puedo volverte a ver..."

(Benny Ibarra & Miguel Bosé)



viernes, 16 de diciembre de 2016

El destino...

Vivir en tiempos de post guerra en Alcobendas era duro, muy duro. Y más para una mujer.  Andrea tenía veintiocho  años, pero para la mayoría de los vecinos ya era mayor para casarse y, sobre todo, para tener hijos. Perdió a su novio Fernando antes de que se iniciara la guerra, huyendo junto a su padre y hermanos a Argentina.  La noche antes de su partida le juró amor eterno y la promesa de regresar a por ella cuando la guerra terminase. 

Habían pasado dos años desde que la guerra finalizase, y nueve sin recibir ni una sola carta de Fernando, por lo que había perdido toda esperaba de regresar a su lado, ni en las Américas soñada, ni en la Españrepleta de miseria y hambre, fruto de una guerra sin sentido como consecuencia de los egos y sueños idealistas de los hombres.  

Sus días transcurrían sin pena ni gloria. Trabajaba asistiendo en la casa de la familia Baena, la cual disponía de muchísimas tierras que las dedicaban a los menesteres de la siembra y labranza. En la casa, situada en la plaza del pueblo, justo en frente de la iglesia y lindante al ayuntamiento, se levantaba majestuosa y predominante, como símbolo de riqueza hacia todas las demás, servía desde antes de que cantara el gallo, y hasta que el sol se escondiera por tierras extremeñas . 

Allí trabajaba junto a Francisca, una mujer de cincuenta y dos años, madre de dos hijas, y viuda a causa de la guerra, con la que había estrechado unos fuertes lazos de amistad. En sus ratos libres caminaban por el sendero que se dirigía hacia la ermita. Una vez allí se sentaban en unos bancos de madera viendo el hermoso paisaje que dejaban las tardes de Alcobendas, con el cielo anaranjado sobre la cordillera de montañas nevadas que presidían las vistas. La ermita estaba rodeada de unos inmensos cipreses. Francisca le contó que los antiguos judios, plantaban un ciprés cuando en sus familias nacían niñas, y que en la cultura mediterránea se asociaba a la muerte, dado que su forma recta y espigada ayudaba a subir a las almas de los difuntos al cielo. Por eso los cementerios están repletos de estos árboles.  


- Eres joven Andrea, y en el pueblo jamás encontrarás mozo que quisiera casarse contigo. Estás señalada por todos, que viven lastrados en costumbres de nuestros abuelos, y no entienden que una mujer es siempre mujer, sin importar la años que se tengan.- le dijo.  

Lo sé, Francisca. Pero, ¿a donde voy con mi edad?. 

Ve a Madrid. Allí la vida se mide de otra manera. No es el pueblo, que vive aún de labrar los campos y la recolección de las tierras de los Baena. Hay fábricas donde seguro podrás encontrar un trabajo y aprender oficio. 

¿para qué?. Mi abuela antes de fallecer me leyó las.      cartas y me pronosticó que jamás me casaría ni tendría hijos.  Y lo único que heredé de ella fueron precisamente esas cartas.

Lo único que te puedo decir es que en Alcobendas será tal y como te vaticinó tu abuela.  Vive, respira, siente... Si las mujeres queremos desempeñar papeles importantes en el futuro será por mujeres valientes.

Esa noche Andrea no pudo pegar ojo. Meditó las palabras de Francisca y empezó a soñar despierta. Se levantó antes de que cantara el gallo, recogió unas pertenecías y las introdujo en una maleta pequeña de madera. Cogió el dinero que tenía ahorrado y lo escondió en su refajo. Antes de salir por la puerta, recordó las palabras de su abuela y lo que le dejó en herencia: la baraja española con la que le había pronosticado su futuro.  Retrocedió hasta la habitación para sacarlas de un cajón del armario. 

Hacia frío. La escarcha dejaba un colorido blanquecino sobre los hierbajos que crecían en los terrenos próximos al camino de la ermita. El sol estaba asomando a espaldas de la ermita y los cipreses empezaron a brillar gracias a los diminutos cristales de hielo que estaban adheridos a sus hojas perennes.  Al llegar a la ermita, Andrea miró las maravillosas vistas que desde ahí había. Respiró profundamente el gélido aire de la mañana, y comenzó a   recoger algunas hojas y ramas secas, unos trozos de madera de alguna chasca que alguien dejo allí, y entre el hueco existente de dos cipreses, hizo un pequeño fuego. Cuando esté se consolidó gracias a la madera, sacó las cartas y, una a una, empezó a quemarlas mientras leía una una, tal y como hizo su abuela con ella. 

Quemada toda la baraja y apagado el fuego, sus lágrimas empañaban la clara visión que el sol dejaba sobre el bello paraje donde estaba enclavada la ermita. Se secó sus ojos con un pañuelo de hilo fino, y encaminó sus pasos hacia la plaza. Al llegar a ella, se sentó en un banco de piedra para esperar a que llegara el autobús.

Ya montada en él, se juró que su futuro lo escribiría ella.  Madrid la esperaba... Para siempre.


Esta entrada esta dedicada a mis amigas de Mujeres 11.  Andrea hoy en día sería sin lugar a duda, una Mujer 11, como vosotras, como todas esas mujeres anónimas que encajan en esa denominación y en ese espacio. Gracias también a Loli, por haberme dejado escribir alli, y donde he crecido un poquito junto a todas sus historias. 

The winner takes it all

jueves, 1 de diciembre de 2016

Un viaje inesperado.

Llueve. Escondidos bajo la marquesina de la parada del autobús, están unas cuantas personas, dos chicos, uno rubio, con una anorak verde, y otro, con legañas y cara de sueño, abstraídos del mundo escuchando música demasiado alta a través de sus auriculares, e impidiendo que escuche con claridad el repique del agua sobre el asfalto, en un sin cesar de gotas que se convierten en pompas al contacto con el suelo. Dos chicas jóvenes, una maquillándose ayudada por un pequeño espejo de mano que había sacado previamente de su bolso, y otra, con una carpeta marrón, adornada con una foto de Manuel Carrasco, miraba de soslayo al chico rubio. Se cruzan las miradas y ella la retira ruborizada. Detrás, una mujer de aproximadamente 45 años, con la cara arrugada, como si la vida le siguiera curtiendo a base de horas sin sueños, de trabajos asquerosos y mal pagados. La imagino como cabeza de familia, trabajando de sol a sol para que a los suyos no les falte de nada, a cambio de entregar su vida, su cuerpo y su alma.  
Llega el autobús con retraso. Suben todos antes que yo, y camino por el pasillo central hasta tomar asiento justo detrás de la chica que se estaba maquillando. Al pasar por su lado, pude contemplar que sus ojos, de color verde y de forma almendrada, eran de una profundidad que me hizo navegar a través de ellos. En mis adentros, le dije lo bella que es. Ojalá fuera valiente...

Las gotas de agua resbalan por el cristal de la ventana dejando un pequeño surco tras su paso y borrando la transparencia del vidrio. Mi cabeza, inclinada hacia la izquierda, descansa sobre este y empezó a notar que mi respiración favorece a que se empañen. Con un movimiento suave de mi mano, como si hiciera la forma de un abanico, retiro la capa de condensación para poder ver lo que el mundo depara tras el cristal: coches a toda velocidad, algún barrendero retirando hojas caídas de los árboles, y gente corriendo sin paraguas buscando donde guarecerse de la manta de agua que está cayendo.  De repente el autobús para. Me coge por sorpresa por estar ensimismado mirando a través de la ventana. Empiezo a pensar en las vidas de los pasajeros. Los dos chicos estudiantes, o sólo el rubio. El de las legañas, quizás trabaje, pero quiere aparentar ser estudiante. No me aportan nada, salvo envidia por sus edades.

Ahora me fijo más en la mujer de la cara con arrugas, y puedo ver que no son tantas las que tiene.  Es guapa, y lo tuvo que ser aún más hace años. Si mirada triste me produce pena, melancolía, a sabiendas que esta sociedad es injusta para unos y demasiado explendida para otros. Me hace recordar a mi fallecido padre por causas que imagino similares, como eso de trabajar de sol a sol. 

Un frenazo inesperado. El conductor comienza una artillería de improperios hacia el conductor de una motocicleta que se ha cruzado y casi produce un accidente. Me pregunto qué habrá desayunado para estar así de cabreado; a lo mejor ha pasado una noche sin sexo que tenía idealizada y lo paga con los demás. Pienso en su mujer, que le gusta jugar a los médicos con el, y le tiene castigado en una larga  lista de espera interminable...

Miro el reloj. Son las 07:40 h de la mañana. Al levantar la cabeza veo que ya está en pie la chica de ojos verdes. Su mano derecha asía la barra superior para mantener el equilibrio, dejando entrever en su antebrazo un tatuaje con la forma de Evenstar, la estrella del atardecer, mientras que, con la mano izquierda se retira sutilmente el pelo de la cara. En ese momento nuestros ojos cruzan la mirada en dos línea paralelas como las de una vías del tren.  Se abren las puertas traseras del autobús y se baja. Me entran una ganas locas de salir corriendo tras ella, invitarla a un café, preguntarle como se llama, pedirle el número de teléfono... un sin fin de cosas. Pero me doy cuenta que nunca fui valiente. Entonces, saco mi libreta y mi bolígrafo y la empiezo a escribir desde el alma.

ha dejado de llover, la claridad del día muestra los efectos del otoño por la calles de Madrid. Las gentes se mueven con cierta rapidez, unos por llegar pronto a sus trabajos, otros entrando y saliendo de una cafetería que hay debajo de unos soportales en la esquina de la calle Luchana.  Mi parada esta próxima. Desde mi asiento levantó mi brazo para pulsar el botón de parada en la barra vertical que hay a mi derecha. 

Hacia que no viajaba en autobús años, y se me estaba olvidando la capacidad de soñar despierto. Ahora tengo la excusa de buscarte todos los días, mujer de ojos verdes, porque se que esa estrella que llevas tatuada en tu antebrazo, es la estrella que iluminará mis días.



Greta  y los Garbo

Hay noches que sueño






domingo, 20 de noviembre de 2016

Mi infierno


En esa inmensidad que es el mar de tus ojos, comienza mi particular infierno.  

Tus ojos. Quizás no sean los ojos más bonitos del mundo ni tengan un color especial, ni brillen cuando me miras, pero cuando mis ojos se cruzan con tu mirada, puedo ver el mar a través de ellos. 

El mar. La mar. En esa inmensidad infinita a donde viajo a través de tus ojos, soy capitán de una nao  sin destino. No me importa que tipo de barco, si de vela o de motor, si con aguas amigas o enemigas. Me importa seguir navegando a merced de los vientos y buscarte entre las olas o entre las estrellas. Como en cada noche que te busco de entre mis sueños. 


Y el infierno. Ese infierno que significa envejecer esperándote cada noche, escondido tras unos  muros que impiden el paso de la luz de las estrellas. Esas estrellas que te ceden el honor de brillar más que ninguna, pero que se apagan para no mostrarte mi camino. Ese camino que mi corazón ya ha comenzado y que a cada paso te busco entre ellas. Ese infierno que es mi soledad, donde te grito en los silencios de cada noche, donde te busco en cada aurora, en cada amanecer y cada anochecer, hasta que Morfeo se apiada de mi y en sueños me concede una tregua. 

Porque mi infierno eres tu, mi bella y añorada estrella, que brillas en otros cielos, en otros páramos. Porque y a pesar de todo, te sigo buscando, y en este camino interminable llegaré al ocaso de mis días. Y en ello estoy, muriendo lentamente,  esperando a que pasen los años para que la parca venga a saldar mis deudas con la vida. Y cuando me lleve, espero encontrarte en ese infierno, en mi infierno, en ese cielo colmado de estrellas, o en ese mar donde las olas brillan con los primeras luces del alba. Entonces aparecerás tras aquella ola y te subiré a mi barco, para que juntos naveguemos por los confines de otros mundos.


Damian Rice
(The Blower's Daughter)
https://youtu.be/IJs-Nb-R_dA




miércoles, 9 de noviembre de 2016

Vivencias del camino...



Aun recuerdo la primera vez que la vi. Tenía un paso cansino, casi torpe. Aunque, ayudada por dos botones de senderismo, parecía como si se fuese a trastabillar en cualquier momento. El suelo estaba bastante embarrado debido a las constantes lluvias que siempre están presentes en tierras gallegas, y que dificultaban aún más su lento paso. Aún así, no perdía esa carencia antiestética de caminar. 

Llevaba puesta una malla térmica de color negro que se ajustaba a la perfección a su figura, que no era la de una persona muy mayor, una cazadora cortavientos del mismo color, y una mochila demasiado grande para hacer el camino de Santiago, lo que indicaba claramente que era su primer periplo como peregrina.  Eso sí, portaba la vieira colocada en la parte trasera de la mochila como identificativo de su condición de peregrina, que se iba golpeando a cada paso contra una cantimplora metálica, que rompía la magia de escuchar las pisadas sobre la húmeda tierra y sobre algunos de los charcos, que se habían formado en esa parte del camino.

No dudé en ponerme a su altura, y emitir el saludo que entre peregrinos se hace. Gire un poco mi cuerpo hacia mi derecha y, sin dejar de caminar, le dije: "Buen camino, peregrina". Pude ver su cara, unos 40 años me dije. No contesto. Pensé primeramente que era extranjera y que no había entendido lo que le había dicho, pero rápidamente bajó la mirada, y siguió con su paso torpe hacia adelante; aún así, pude vislumbrar el surco que iban hacían sus lágrimas recorriendo sus sonrojadas mejillas. 

Verla llorar me produjo una tristeza infinita, pero no quise interrumpir ese momento, primeramente por respeto, porque yo mismo había pasado por algún momento similar en anteriores caminos, y formaban parte del caminar, de pensar, de vaciar culpas, de repasar momentos de la vida, de hablar con quienes ya no están, de encontrar sueños, de buscar explicaciones... Motivos hay miles, millones diría yo. Pero por entender que su momento no debía ser invadido, no articulé más palabras y seguí caminando con mi paso, que era mucho más ágil y rápido. 

No deje de pensar en ella, en su llanto, en intentar saber cual eran los motivos para tanta lágrima.  Una perdida importante, un corazón roto en tantos trozos como estrellas hay en el universo, un reencuentro con la fe que podría haber perdido años atrás, y que en un sin cesar de pasos, de firmar con la suela de sus botas las rojizas tierras que componían los caminos, de ver amanecer casi todos los días cargando su pesada mochila, de escuchar el trinar matutino de los pájaros, o caminar siempre en dirección hacia el sol, hacia los confines de la tierra, de ver pasar o adelantar a peregrinos como ella, como yo...

Habían transcurrido 4 horas desde que la perdí de vista. Estaba sentado junto a un tronco de un frondoso castaño, que estaba junto a un puente de piedra a la entrada de  Ribadixo. El río que pasaba por debajo de su ancho arco, llevaba bastante agua, y decidí dar un descanso a mis cansados pies. Me desabroché las botas de media caña y me dirigí a unas piedras bastante grandes que estaban en la orilla, donde podía sentarme y tener los pies dentro del agua.  Me perdí por un instante en el tiempo, sin darme cuenta de que alguien se había sentado a mi izquierda. Abstraído en mis pensamientos, me sobresalté cuando escuche el ruido del chapoteo de unos pies que no eran los míos. Gire rápidamente la cabeza y estaba allí, sentada a unos 2 metros de mi.  Me miró, con la dulzura de una madre que mira a su hijo dormido. Extendió su mano derecha y me removió mi ya enredado pelo. Fue un gesto sencillo, como el de una persona adulta que en un parque remueve el pelo a un zagal cuando pasa por su lado. Estos gestos que no dejan de sorprender a uno tras tantos periplos de peregrino. Quien no haya hecho el camino le costará comprenderlo, porque la magia esta tras cada paso, en cada persona que se presta a ayudar a otro peregrino que sufra un percance mientras camina, en los albergues y hospitaleros, en ver que a pesar de la raza, sexo, país de origen, y otras condiciones, siguen existiendo personas que se mueven por el mundo de una manera noble y abierta, sin caretas, tal y como son. 

Nos miramos, y fue como si explotaran miles de palabras entre nosotros sin abrir la boca. Se levantó, se calzó sus botas, me miro nuevamente, y escuche en ese puente sus primeras y últimas palabras: "Gracias por respetar mi momento. Nos vemos en el camino".

Camine 7 días más. Hasta Fisterra. Al lugar donde por tradición se quema algo usado en el camino, algo simbólico para dejar que el fuego consuma también las culpas y penas, para enterrar algo, para cerrar puertas y etapas de la vida, y que el humo de lo lleve lejos.  

Y allí me quedé hasta que vi morir al sol, hasta que las aguas bravías del atlántico engullieron al astro rey dejando paso a un color anaranjado en el cielo, similar al de las llamas que habían quemado mis botas. Y en ese ocaso casi perfecto me quedé pensando en ella, en sus lágrimas, a sabiendas que en este camino habías encontrado lo que estaba  buscando. A ella misma.









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sábado, 22 de octubre de 2016

Cuestionando la política

Uno que es parco en muchas materias, vislumbra con cierta amargura la política española.  Después de dos elecciones generales, parece ser que estos, nuestros políticos, siguen sin ver que la sociedad está muy dividida y que es hora de pactar. Si, de pactar.  Y ahí entra mi amargura.   El PP, partido más votado por los españoles, salpicado por la corrupción propuso un gran pacto que fue rechazado por el 2 partido más votado, el PSOE, salpicado también por la corrupción y actualmente fragmentado.  Un tercer partido que se valió de la calle para llegar a donde está  (y lícito por tanto incompetente y chorizo) y que más allá de sus ideas (para mi obsoletas) proponía un cambio y el fin del bipartidusmo con una nueva forma de ver la democracia, o no, porque me recuerdan a tiempos en otros países donde la  historia les juzgo y puso en su lugar, y una cuarta fuerza denominada de centro, que hizo pactos puntuales de gobierno tanto con Pedro Sánchez como con Mariano Rajoy, unos pasos que van más allá de ideales políticos y que sirven para ver que, al igual que en la época de la transición y a pesar de tener ideales diferentes, se pactan acuerdos por el interés general (y sobre todo sin entrar a formar parte del gobierno).

Unos proponen una gran coalucion de izquierdas, otros pactos de gobierno, otros abstenerse y ser oposición firme, y  otros no es no y a terceras elecciones. 

En mi modesta opinión, estoy harto. Por políticos corruptos, por políticos incendiarios , por políticos que sólo piensan en intereses partidistas y de sus electores y por políticos que tendrían que haberse ido por dignidad política. 

Y así estamos, muy pocos son los que piensan que es hora de comenzar una nueva etapa. Muchos son los que piensan que la calle es la batalla, y muchos son los que piensan que antes de pactar y buscar soluciones nos vamos a terceras elecciones.  Al final, con una ley electoral incomprensible en el siglo XXI, una política politizada y con nula independencia, me lleva a recordar tiempos donde la mecha estaba encendía muy cerca del polvorín.  Elijan ustedes si quieren incendios y explosiones o de una santa vez nos ponemos a trabajar.

Yo ya he elegido camino y ya trabajo para todos.






lunes, 17 de octubre de 2016

Sueños...

Esta mañana, quise quitarme la presión que conllevan dos elecciones generales en seis meses... Y nada mejor que abrir el "cara libro" para perderme buscando fotos nuevas de amigas "macizorras", cotilleos, o buscar entre el género femenino nuevas posibilidades de conquistas.  

Pues bien, con la misma tablet en la que este, vuestro servidor, compone sus textos de la mejor manera que sabe, abrí la aplicación en concreto para explorar ese amplio mundo femenino donde echar el anzuelo, y pescar algo en este lunes aciago e intenso (acaba de pasar un coche con altavoces a tope publicitando no se que de un tipo con coletas). Perdonen vuestras mercedes pero el macho y la política estamos regañados, y salvo mi "atleti" y la conquista de bellas mozas allende los mares, todo lo demás, me la refanfinfla.

Pues bien. Nada más abrir el "caralibro" lo primero que me sale es una secuencia de una película que en su momento no me gustó, pero que cada vez que escucho alguna de sus canciones y veo alguna secuencia, como que me pone ñoño.  Y eso ha conseguido nuevamente. Ver al desaparecido Patrick Swayze bailar más tieso que el palo de una vela junto a la inocente y virginal  Jennifer Grey (no será esta la madre de el Grey de los cojones) me han echo retroceder casi 30 años. Mi cerebro (bueno no vamos a mentir, Internet) me han llevado al año 1987.  Que año aquel...

Con 17 castañas este era un autentico "tronchamozas". Allá donde ponía el ojo, pájara a la cazuela, y ya no digamos de señoras madres de amigos (eso lo contaré más adelante pues no quiero perder su condición traumáticamente). Pero lo que más me llena de nostalgia es la capacidad que tenía de soñar.  A mis 46 castañas no he perdido esa condición, y sueño aún con muchísimas gestas que les quiero confesar, porque, y a pesar de enfocar la vida con el mejor de los vientos para mi barco, vivimos una vida demasiado guiada dependiendo del rumbo en el que vire esta sociedad. 

Una vez escuche decir a alguien que tengo en muy buena estima,  que el mundo es para quien lo sueña y no para quien lo vive y deambula sin más, sin pena ni gloria, que la vida si se vive lineal y recta no es vida, que la caminos son mejores y especiales si se encuentran baches, piedras y charcos y te las ingenuas para pasarlos, que hay que ver gigantes y no molinos... 



Y todo eso tiene un por qué. Pues bien, este quiere seguir teniendo el cielo sobre su cabeza y un camino bajo sus pies para seguir construyendo huellas, necesito noches de estrellas para guiarme en los caminos, un barco con velas y navegar sin rumbo... quiero ser Richard Gere en "Oficial y Caballero" y tener un final de amor como ese. Quiero ser Aragor, hijo de Arathorn, heredero de Isildur y del trono de Gondor, señor de los Dunedain, apodado Trancos, Capitán de los Montaraces del Norte. Quiero ser John Nieve, Lord comandante de la guardia de la noche, bastardo de mi padre y con mi lobo pegado a mi derecha siempre, y batallar hasta la extenuación. Quiero ver auroras boreales, caminar por la muralla china, perderme por el gran cañón del colorado, volar en alta delta, caminar junto a mi hijo en un camino de santiago... 


Pero lo que más quiero es vivir, porque la vida está echa para ello, porque quien tienta morirá sabiendo que lo intento todo, y no me gustaría que el día que la parca venga a por mi, tenga que irme al otro barrio sabiendo que no hice algo por miedo...

Y quiero morir como soy, como macho ibérico, porque sin este último hombre de esta estirpe, que sería de ustedes, bellas doncellas de sueños (algunos hasta eróticos),  y de finales felices, como tantas y tantas  historias de amor  que los libros, canciones y películas tienen a ustedes como protagonistas.



SUEÑOS...

https://youtu.be/3iTia2vPfTs





domingo, 5 de junio de 2016

Limpiando mi conciencia

Hoy me siento un poco más feliz. No sé su nombre, pero desde hace muchos años, en el mercadona de mi barrio hay un chaval "negro" ayudando a todo el que lo necesite para meter las bolsas de compra en coches, mover carros, etc.  Nunca le vi una mala cara o un mal gesto.   En mi condición, siempre he intentado limpiar mi conciencia dándole dinero, comida..  Y desde la llegada de Yago, siempre lo ha cogido en brazos, juega con el, le dice cosas bonitas.    Hoy, salgo del coche y veo que llega hacia mi sonriendo, pero era una expresión distinta.  Sus ojos tenían un brillo especial.  Coge a Yago y le dice: ¿te vienes a África conmigo?...  Me da la mano y sonríe, y hace el gesto de darme un abrazo.  Casi con lágrimas en los ojos me dice que ya tiene los papeles y que por fin puede regresar para volver ver a su madre después de 9 años...  Le doy un abrazo grande y me dice mirándome "Gracias"...

He aguantado la compostura pero mi alma hoy es otra. No sé cómo llegó a España pero deduzco que de una manera poco convencional.  Ahora, ya con tus papeles puedes soñar un poco más. Ojalá la vida pueda darte un futuro un poco más digno. Ojalá nunca pierdas esa sonrisa y la forma que tienes de afrontar la vida  (y como otros tanto que habéis llegado buscando vuestro dorado entre nosotros). 

Gracias por ese abrazo y por hacer de mi que intente ser mejor persona.

miércoles, 20 de abril de 2016

Llueve...

Gotas de lluvia resbalando por mi ventana. Respiro tan cerca que el vaho enturbia la transparencia del cristal, pero mi mano, con un movimiento simple, acaricia el vidrio dejando de nuevo la visión cristalina de la lluvia.
Llueve.
Refresco mis ideas. Cojo una pluma y plasmo lo que la lluvia me deja.

- ¿Por qué escribes eso? Me dice. Debajo de mis gotas siempre ha habido un beso, un abrazo, una risa, una lágrima camuflada.

Llueve...

Abro la ventana y el frescor y las gotas enturbian mi cara. Sigo escribiendo desde la ventana y la tinta se emborrona. Entonces te empiezo a escribir desde el alma.


viernes, 5 de febrero de 2016

Nuevo proyecto solidario a favor de Asprodiq

NOSOTROS QUEREMOS AYUDAR. ¿Y VOSOTROS?

Desde que Mujeres 11 vio la luz, teníamos claro que uno de nuestros objetivos (y sueños) era intentar hacer algún proyecto para ayudar a alguna asociación o entidad, con la finalidad de contribuir a que éstas tengan más medios o recursos para el desempeño de sus funciones.  Por nuestro blog han pasado personas que dedican su vida y su trabajo a ayudar a los demás, en asociaciones, fundaciones, ONG, etc. y, además, siempre hemos estado rodeados de personas con una calidad humana inigualable (protagonistas de nuestras entradas  y personas que nos siguen habitualmente).  No podemos quedarnos de brazos cruzados, por lo que queremos dar un pasito hacia adelante para intentar estar, como mínimo, a la altura de todos los que nos acompañáis en este espacio (aunque sabemos que es muy difícil).   Antes de que llegaran las fiestas navideñas, quisimos tener un pequeño detalle con las protagonistas de nuestro blog y nos dirigimos a un centro de Quintanar llamado ASPRODIQ  (http://asprodiq.org/) para ver si nos podían hacer unas pulseras.  Nos hicieron unas pruebas y tanto el trato como la gestión fue excelente por lo que no dudamos en encargárselas. Ya hablamos de ASPRODIQ en uno de nuestros post, concretamente el de Rasedo. http://mujeresonce.blogspot.com.es/2015/11/rasedo-una-mujer-74-en-asprodiq.html
Este centro se dedica a la prevención y tratamiento de alteraciones en el desarrollo, así como a la atención individualizada de personas con capacidades diferentes, priorizando los aprendizajes funcionales, con el objetivo de mejorar su calidad de vida y la de sus familias. En la actualidad atienden a más de 200 usuarios y alumnosDespués de ver el trabajo que realizan la palabra “persona con discapacidad” no la podemos aplicar, tienen capacidades y muchas y están acompañados por profesionales altamente cualificados, con un extraordinario espíritu de superación e innovación, sin techo alguno por muy alta y lejos que les pongan las metas. Personas que sólo con verlas, te hacen ver que no hay personas distintas, sino con capacidades diferentes; que en muchos casos, por no decir todos, nos superan a los que creemos que no tenemos ninguna discapacidad.  Una de las asignaturas que esta sociedad tiene pendiente es conocer el trabajo que se realiza en estos Centros, y no hay mejor manera que visitar uno de ellos para comprobar cómo se trabaja, cómo es su día a día. Quizá entonces nuestra conciencia social deje de denominarse así y se llamaría nuestra “tarea social”. Además, una sonrisa de agradecimiento de cualquier persona que trabaja en ASPRODIQ, ya sea de sus usuarios o del personal laboral, tiene un valor incalculable.  

Y retomando el tema de las pulseras, el resultado no podía ser otro que un trabajo inmejorable que nos sorprendió muy gratamente. Entonces nos preguntamos qué podíamos hacer para agradecerles su trabajo y colaborar con ellos de algún modo. Los que tenemos un trabajo por cuenta ajena, incluso los que trabajan por cuenta propia,  disponemos de.unos medios normalmente para el desempeño de nuestras funciones. En Asprodiq quieren avanzar, hacer cosas nuevas, conseguir nuevos retos y si con los medios de los que disponen pueden hacer cosas como estas pulseras, ¿qué harán si intentamos dotarles de maquinaria para completar sus talleres?

Después de esta charla para poneros un poco en situación, es cuando os pedimos vuestra ayuda, vuestro espíritu solidario para llevar a cabo un pequeño proyecto realizado con todo nuestro corazón, con el único objetivo de que estos gigantes tengan más fácil su día a día y puedan embarcarse en más proyectos de trabajo (al fin y al cabo, quieren trabajar, porque recuerden, son personas como nosotros y tienen nuestras mismas metas y objetivos). Este centro ocupacional necesitan máquinas nuevas para el desempeño de sus trabajos y para ello necesitan dinero.   Este tipo de centros vive de las subvenciones de organismos (locales, autonómicos y estatales) y de las donaciones que tanto personas de manera particular como empresas hacen para que puedan seguir trabajando en su día a día, por lo que muchas veces, el dinero se va en la gestión del propio centro. Para que nos entiendan, es una casa muy grande, donde hay que tener calefacción, agua caliente, dar de comer, transportes de personal con vehículos adaptados... Un sin fin de gastos que muchas veces hace necesaria la solidaridad para completar todos su objetivos.



Entonces es cuando nosotros nos ponemos en la piel de Gepetto para construir a Pinocho. Y aprovechado nuestro  Blog y las redes sociales queremos sacar a la venta las pulseras de “Mujeres 11” con un precio de 7 Euros (gastos de envío no incluidos, 0,70 € correo ordinario o 2€ envío certificado), y todo lo que se recaude por la venta de estas pulseras irá integro a la asociación para que en un futuro no muy lejano, puedan comprar unas máquinas nuevas para realizar su trabajo.  Y aquí es donde participáis vosotros, primero en la difusión, para que este proyecto llegue al mayor número de personas, porque cuantos más lean esto, más personas tendrán la posibilidad de ser solidarios; y en segundo lugar con la compra de la pulsera que es muy bonita y tiene un diseño muy actual.  Para ello, sólo tenéis que contactar con nosotros por nuestros canales habituales:

Facebook:https://www.facebook.com/Mujeres-11-74-100384663650474/
twitter: @mujeresonce74
Correo electrónco: mujeresonce74@gmail.com

O también pedirla por mail a: asprodiq@asprodiq.es.

Las enviaremos a vuestras casas y el pago se efectuará por transferencia bancaria o ingreso en la cuenta del Centro ES80 2105 3057 41 3400000197 (Liberbank) indicando en el concepto: compra pulsera mujeres 11.

Y este es nuestro proyecto… o mejor dicho, vuestro proyecto, porque desde ahora tenéis en vuestras manos la posibilidad de contribuir de una manera u otra y que muy pronto se haga realidad. Convencidos de que estaréis a una altura impresionante, porque si no, no estarías leyendo esto ahora mismo... Infinitas gracias.